Rodeada de flores (27/5/10) [Beverly]

Ahora que la escuela estaba oficialmente abierta iba a tener mucho trabajo, así que decidí salir a pasear por los jardines para aprovechar mis últimos días de paz. Salí de la escuela, a paso lento, admirando la belleza de las flores que había hecho crecer con uno de los hechizos que más me gustaban cuando era niña y me dejé llevar al paraíso de los olores. El embelesante olor de todas aquellas flores conseguía cautivarme, haciendo que cada vez caminara más despacio y con la mente en blanco, deteniéndome de vez en cuando para poder oler las flores de cerca y así percibir mejor el olor de cada una de ellas. La luz del sol, que incidía sobre las flores de forma oblícua, les daba un aspecto mágico, haciendo que me sintiera hechizada por toda la belleza que me rodeaba en ese momento.
Cuando llegué a uno de los muchos bancos de piedra que están dispuestos por todo el jardín, me senté en él e inspiré una gran cantidad de aire antes de dejarlo escapar a través de mis labios en forma de suspiro. Llevaba un bloc de anillas con la cubierta de color negro y las arandelas dispuestas a lo largo del lado más pequeño, de forma que, al abrirla, lo hicieras de forma horizontal. Abrí el bloc y empecé a pasar las páginas distraídamente, hasta que llegué a la primera hoja en blanco y empecé a trazar unas cuantas líneas en ella.

Cuando acabé de dibujar las flores que estaban justo delante de mí, alcé el bloc y comparé mi dibujo con la realidad. Tampoco era una artista ni nada parecido, pero estas cosas se me daban bien y hacía poco que me había propuesto llegar a ser realmente buena en esto. Suspiré, contenta y satisfecha con mi trabajo, y cerré el bloc, dejándolo justo a mi lado, apoyado en el banco. Miré alrededor, imaginándome cómo serían los jardines llenos de alumnos realizando las clases, practicando sus nuevos poderes, los más pequeños correteando alegremente... Sin que me diera cuenta, en mi cara se dibujó una amplia sonrisa soñadora, aunque el miedo a una nueva guerra se ocultaba en ella. Ninguno de los nuevos alumnos tenía por qué saber lo que había pasado aquí hace siglos, no había motivos para asustarlos. Es decir, ¿qué posibilidades había de que empezara una nueva guerra?

Mientras me perdía en mis pensamientos, me pareció ver una figura acercándose a mí, lo que me hizo volver a la realidad. Su pálida y perfecta piel prácticamente relucía bajo los rayos de sol, los cuales casi se reflejaban en su piel de una forma muy atractiva; sus cabellos dorados resplandecían mientras se movían al compás de los lentos y ligeros movimientos que utilizaba para desplazarse; llevaba uno de sus característicos vestidos de época, formado por un corset que acentuaba sus curvas y una falda que se movía ligeramente hacia los lados acompañando a sus caderas, combinado con sus zapatos de unos quince centímetros de tacón y uno de sus collares de perlas reales... Podría pasarme toda la vida fijándome en los detalles de Beverly, nunca encontraría un solo defecto en ella. Cuando escuché su voz, me acordé de que tenía que volver a respirar y esbocé nuevamente una sonrisa.

- Buentas tardes, Beverly - Respondí a su reverencia con un movimiento de cabeza y, con la mano, le invité a sentarse - Me alegra que hayas vuelto tan pronto, eres la primera alumna que veo desde la apertura - No podía disimular mi felicidad, tanto por haber abierto una escuela de magia como por volver a verla a ella. Lo cierto es que su familia había sido de gran ayuda durante la guerra y, aunque jamás se lo diría para no alimentar más su ego, le tenía demasiado cariño - ¿Cómo están todos? Hace siglos que no los veo - La verdad es que esa expresión nunca estuvo mejor utilizada, y esperaba que su hermana se incorporase a la escuela dentro de poco, pero no tenía noticias suyas.