Me voy a tirar (28/5/10) [Eline]

Las cosas en Maryocu Machi habían cambiado bastante desde la última vez que había estado aquí... es lo que tiene reconstruír un mundo entero, supongo. Por suerte, lo que era la estructura de la ciudad no había cambiado prácticamente, lo que me ayudaba a tener un poco más estructurado el lugar. A pesar de todo, seguía perdiéndome cuando intentaba ir a los sitios, pero eso no te preocupa cuando llevas siglos así.
Paseándome por las afueras, moviendo el trasero, acabé llegando al acantilado, uno de los pocos lugares que no habían cambiado. Me acerqué al borde, moviendo el trasero todavía, y me asomé para ver cómo rompían las olas contra las rocas. Me daban ganas de tirarme, pero de momento no era invencible y me podía hacer mucho daño o morir.
Me quité la camiseta mientras tarareaba canciones infantiles al azar: la ropa no me resultaba nada cómoda. Como todavía no había ido a ver a Juliette, decidí no pasearme en boxers por ahí para no escandalizar a la gente. Aunque algunos, como Doris, ya habían visto bastante mi cuerpo... me refiero a mis alas, claramente. Tiré la camiseta al suelo, a mi lado, y empecé a desabrocharme el cinturón con una sonrisa el los labios. Un poco más y sería libre, como siempre, aunque esperaba que ni Juliette ni Jazz pasaran por aquí, pues me sentía demasiado orgulloso de ser mayor que ellas y no podía dejar que me vieran como mi mamá me trajo al mundo con boxers incluídos.

Tenía un poco de frío, se acurrucó en su chaqueta negra mientras divagabaen sus pensamientos y caminaba por el acantilado. Era un lugar donde corría la brisa fresca y salina por el agua que había abajo y lamía las rocas constantemente. Ese lugar era uno de los que mas paz le infundían porque era terriblemente tranquilo y el viento apagaba todos los sonidos, también era un buen lugar para tomar directamente el sol y calentarce con su calor natural. Ya habí aperdido la cuenta de cuantas veces había subido hasta ahí con una manta y se había puesto a leer bajo los rayos del astro en tiempos matutinos hasta altas horas de la tarde.
Tenía la mirada perdida en el horizonte pensando en cosas que realmente no le interesaban mucho, en su cabeza había un mundo lleno de ositos de felpa, cabezas en picas chorreando sabgre podrida y lagos de caramelos. Todo un espectáculo. No pudo evitar reparar en un chico que se estaba quitando la ropa ¿Pero que...? Ese está loquito. Enmarcó una ceja mientras, decidida a investigar las causas del aparente suicidio o estúpido deporte. CUando estuvo al lado del chico lo miró seria, ella podría ser un Angel Oscuro, pero no entendía el porqué de que otros tuviesen que infrinjirse daño.

- ¿Te vas a suicidar? -preguntó curiosa, aunque no lo creía, porque sino, no se estaría desvisitiendo y solo se tiraría sin rodeos. verdad?

Cuando acabé de desabrocharme el cinturón empecé a quitármelo lentamente, para no hacer ruido, pues me parecía escuchar unos pasos detrás de mí. Lo cierto es que no me importaba que la gente me viera así, no tenía nada que ocultar. Además, un cuerpo como el mío hay que enseñarlo, sería demasiado egoísta guardármelo todo para mí.
Dejé de tararear para poder escuchar los pasos con más claridad mientras me desabrochaba mis pitillos negros, los cuales bajé hasta la altura de las rodillas antes de sentarme en el suelo para desatarme las Converse y quitármelas, y después los pantalones. Una vez estuve en boxers, que eran negros y tenían una pequeña cara sonriente en la nalga derecha, levanté la cabeza para mirar a la chica que me estaba hablando.
¿Suicidar?, pensé, y esbocé una media sonrisa un tanto pícara. Ya sabía lo que iba a hacer hoy: ser un humano. Puse mi mejor cara triste, con una mezcla de desconcierto, y fruncí un poco el ceño para darle más emoción.
- ¿Es que acaso podría hacer otra cosa mejor? - Suspiré con dolor y amargura y me levanté del suelo. Empecé a caminar por el borde del acantilado, dándole la espalda para que pudiera ver la cara sonriente y volviendo a girarme hacia ella rápidamente. Me puse la mano en el pecho - No sé dónde estoy ni quién eres, pero si vienes a llevarte mi alma te aconsejo que ni lo intentes: corro mucho. El de antes no pudo alcanzarme, y antes de que tú puedas hacerlo me tiraré por el acantilado - Dije acercándome un poco más al borde. Solo me faltaba un pequeño pasito para caerme... ¿dolería?

Ella no quería ser una mala persona, pero poco le importaba si moría o no, solo le parecía interesante el hecho de, digamos, suicidarse. El chico estaba en boxers negros, notó el pequeño detalle de la carita sonriente sin mostrar ningún cambio en las fracciones. Ella seguía completamente seria mientras le seguía con la miarada y captaba cada movimiento suyo como si en cualquier momento pudiese tirarse sobre ella y atacarle a la yugular o algúna otra cosa. ¿Ella había dicho alguna vez que era Miss Desconfianza? Si, se lo repetía constantemente sin cesar. Aún extrañana a aquél chico que le había llegado al corazón pero lo odiaba de todas formas, por abandonarla.

- Ah -fue lo que se limitó a pronunciar al discruso, teniendo muy en cuneta que no era verdad. ¿Acaso la gente no entendía que ella podía reconocer una mentira con solo escuchar el tono de voz? Además, había captado esa sonrisa pícara, esa, mejor dicho, media sonrisa pícara.- De acuerdo -aceptó impasible, estaba bastante equivocado si pensaba que ella sentiría algo asi como preocupación por si le pasaba algo. Esperó paciente, a ver qué hacía el chico, si se daba por vencido y admitía que no se iba a suicidar o si se tiraría de verdad. En realidad no bajaría a buscarlo, ella siempre con la ley del menor esfuerzo. A lo sumo, se asomaría pro el acantilado para ver cómo se estrellaba contra las rocas y se patía el cuello o la cadera, o las costillas... o todo el cuerpo.

Al ver cómo reaccionaba a todo lo que acababa de decirle, unas cuantas imágenes sueltas pasaron por mi mente. Sacudí ligeramente la cabeza, cerrando los ojos con fuera, para que todo volviera a la normalidad. Ese chica me había recordado a... mí. A mí en una dimensión paralela. A mi otro yo, que estaría en algún lugar meneando el trasero, usando pocas palabras o limitándose a asentir, bufándole a la gente, pinchando a...
Al darme cuenta de que volvía a estar en mi mundo, miré de reojo a la chica, entrecerrando un poco los ojos, y me encogí de hombros. Lo cierto es que no creía que hubiera una dimensión paralela ni nada así, es decir, ¿acaso era posible que existiera otro Maryocu Machi con otro Marc Spencer? No lo creo, Marc Spencer es único e inigualable. Me alejé del borde del acantilado, a paso lento y con la vista clavada en el suelo. Casi iba arrastrando los pies, y llevaba la cabeza tan agachada que tiraba de mis hombros y de mi espalda, haciendo que me encorvara un poco.
Cuando estuve algo lejos, levanté un poco la cabeza y miré hacia atrás por encima de mi hombro para ver a la chica.
- Spencer, Marc Spencer - Dije con tono serio, clavando mi mirada en ella, y acto seguido me giré y empecé a correr hacia el acantilado.
Cuando llegué al borde no me detuve. Es más, dos pasos antes del borde, me impulsé con las piernas y dí un salto magistral, en el cual incluí una voltereta y todo. Era una pena no tener a alguien con una cámara para que me grabara haciendo eso, aunque quedaba en el puesto número uno de mi lista de cosas pendientes.

Y pudo notar, por a expresión del rostro del muchacho que se iba, que se iba bien lejos del lugar donde estaba parado y que divagaba, justo como lo hacía ella mientras caminaba hasta que lo había encontrado sin previo aviso. Lo que si, no podía definir concretamente qué era lo que estaba surcando su mente, porque cada uno tenía pensamientos distintos, además, no sabía cómo maquinaba su cabeza, tendría que conocerlo más para ello. Notó de nuevo el cambio, esta vez le miraba, ¡Y cómo le miraba! Como si ella tuviese la culpa de que él estuviese haciendo una cosa como esa y el tan solo hecho de verle con poca ropa le daba un frío tremendo. Tembló ligero con las manos en los bolsillos.

Y ahora resuptaba que se volvía, no apartaba la vista de él, le miraba fijo e intenso, no sabía cómo es que la gente a veces resistía ese tipo de mriadas suyas, algunas personas se intimidaban porque ella era muy seria aunque si íbamos al caso, le podías hacer reir rápido y con cualquier cosa, algo que no le gustaba pero ni de broma. Enmarcó una ceja viendoló regresar y una pequeña sonrisa de cruel diversión asomó sus labios al saber el nombre del chico. Asintió, no tenía porqué decirle su propio nombre. No le perdió de vista ni un segundo, sintiendosé casi emosionada por el hecho de que estaba corriendo hacia el borde de nuevo. Un extraño brillo perverso se le notaba en los ojos, no sabía si caería sobre las rocas o el agua, pero estaba segura que le dolería. O al menos se engarrotaría en el agua congelada. ¿No? En cuanto el moreno saltó ella se acercó con paso lento hasta el borde y se asomó, mirando hacia bajo sin querer perderse de nada.

Hacía mucho tiempo que no saltaba por ningún acantilado, de hecho, no había vuelto a hacerlo desde que había dejado Maryocu Machi, y era algo que me encantaba: el olor del mar metiéndose por mi nariz y haciéndome cosquillas en la pituitaria, las gotitas de agua salada salpicándome en la cara cuando las olas rompen contra las rocas y el gran estruendo que éstas causan tamborileando mis tímpanos. Y cómo olvidarme de la sensación de caer al vacío, tan única, incomparable e indescriptible, que hacía que mi corazón latiese mucho más rápido de lo normal. Adoraba esa sensación.
Tenía los ojos cerrados, y en mi cara no se podía ver más que felicidad absoluta. En mi cara y en la cara de mis boxers. Como ya tenía mucha práctica en el salto de acantilado, no me hacía falta abrir los ojos para saber a qué distancia me encontraba de las rocas. Tenía la suerte de que el acantilado estaba muy alto y eso me permitía disfrutar más del trayecto, porque lo peor de todo es cuando se acaba, y no me refiero a hacerse mierda contra las rocas.
Cuando mi cabeza se halló justo a diez centímetros de las rocas, unas enormes alas negras salieron de mi espalda desnuda y se estiraron por completo para hacerme planear por encima del mar. No eran unas alas como las que poseen la mayoría de los ángeles negros, de un negro grisáceo y con aspecto desgastado: eran unas alas completamente negras que emanaban vitalidad por cada una de sus abundantes plumas, y que, incluso, si los rayos del sol incidían sobre ellas desde un lateral, desprendían cierto brillo.
Esbocé una gran sonrisa de suficiencia y no me hizo falta girarme para saber que la chica se había asomado por el acantilado. Me hubiera gustado jugar a ser humano un poco más de tiempo, pero ella no era divertida y sería una pérdida de tiempo seguir con ello. Volé hacia el acantilado y aterricé justo al lado de mi ropa, guardando mis alas y sentándome en el suelo. Saqué una piruleta del bolsillo de mi pantalón, le quité el envoltorio y me la metí en la boca.

Estaba impaciente por ver cómo se estrellaba contra aquellas rocas, jugó con sus manos, aún inclinada. Cualquier gracioso podría pararse tras ella y empujarla, sería perfectamente posible que se cayera hasta que una grán corriente de aire también hiciera que perdiese el equilibrio. Pero eso a ella no le importaba en lo más mínimo ya que podría abrir las alas y asunto arreglado. Notaba que había mucha más distancia de la que pensaba y aquellos instantes se le estaban haciendo eternos, medio frunció el ceño aún sin moverse de su lugar, valanceandose peligrosamente hacia delante y hacia atrás. En su mente se había imaginado varias opciones de cómo podría quedar el cuerpo del chico, era curiosa la forma en que la menet de Eline maquinaba, era bastante rápida e imaginativa.

Parpadeó varias veces cuando vió aquellas relucientes alas negras aparecer, desplegarce en todo su esplendor y hacer que Marc levantara vuelo. Lo siguió con la mirada, irguiéndose, talones en la tierra punta de los pies en el vacío. Si pasaba demaciado cerca de ella estaba segura que perdería el equilibrio. Se había sorprendido, admitamosló, la verdad es que no se lo esperaba pero tenía en cuenta que no sería un suicidio, porque uno; él se había sonreído, dos; se había quitado la ropa, nadie se quitaba la ropa para un suicidio y tres; le había mentido descaradamente con aquél discurso sobre tomar su alma. Lo había visto un poco vanidoso, luciendo así esas alas, entrecerró los ojos, deseandolé mucho mal. Si, porque ella era celosa, bastante.

Medio se tambaleó donde estaba cuando él aterrizó junto a la ropa, lo miró unos segundos en silencio digiriendo todo lo que había visto y luego sonrió divertida. Sus ojos se abrieron como platos al ver esa paleta, la miró fijo, como si con eso podría degustarla ella también hasta que desapareció dentor de la boca de Marc. Miró el suelo casi con un puchero, pero tratando de disimularlo.

- Asi que un Ángel Oscuro que come chuches -dedució, como lo era ella. Lo que pasaba es que se había quedado sin y había decidido comprar más de regreso a Maryocu Machi.

Con cara de felicidad y la mirada perdida, seguí chupando la piruleta como si la cosa no fuera conmigo. Tenía muchas ganas de que empezara el curso, ya que, aunque no lo pareciera, siempre había sacado unas notas excelentes en todo, sin tener que esforzarme lo más mínimo, y esperaba que con la magia fuese igual. Además, eso implicaría gente entrando y saliendo, gente por los pasillos, por los exteriores, por las habitaciones... oh, las habitaciones. Las habitaciones de los internados siempre eran geniales, sobre todo si eran compartidas, y en este caso eran de tres personas. Ya podía imaginarme la cantidad de cosas que iba a hacer durante este curso.
Ahora, por primera vez desde que había llegado, me fijé bien en la chica. La miré fijamente a los ojos, como si quisiera perforarlos con mi mirada, y me saqué la piruleta de la boca lentamente. Mi lengua ya estaba completamente roja, así que tragué un poco de saliva para intentar que se fuese el color. Me levanté del suelo, sin apartar la mirada, y me acerqué a ella poco a poco, hasta que nuestros ojos estuvieron a cinco centímetros. Entonces, alcé la mano derecha hasta la altura de nuestras bocas y volví a chupar la piruleta.
Retrocedí un par de pasos y la miré de arriba abajo, con aparente concentración, aunque en realidad no me hacía falta hacer todo eso para sabe lo que quería saber. Empecé a caminar a su alrededor y, cuando estuve detrás de ella, puse ambas manos en su espalda y empecé a darle una especie de masaje, el cual interrumpí muy pronto para soltar una pequeña risa.
Volví a sentarme donde estaba antes, cruzando las piernas y esbozando una gran sonrisa, con el palo de la piruleta asomando entre mis dientes.

Le parecía imposible que él ni se inmutara con esa mirada insistente de la morocha clavada en la paleta, pero bueno, ahora sabía que no debería esperar cosas de él porque se llevaría alguna buena sorpresa. Le aguantó la mirada, y se quedó en el lugar incluso cuando él le taladraba con los ojos. Se cruzó de brazos, como para hacerle entender que no le intimidaba en lo mas mínimo o también se podría tomar aquello como que se estaba aburriendo depende de quien lo viese y cómo quiesiera verlo. Enmarcó otra vez una ceja cuando le vió acercarse ¿Qué intenta ahora?. La intriga le carcomía por dentro pero ese acercamiento directo la dejó medio sorprendida. ¡Además, lo cerca que tenía esa paleta de los labios y ni provarla había podido! Era crel, ese chico era cruel. Entrecerró los ojos, sin moverse hasta que notó que ahora estaba tras de ella para darle una especie de masaje. Se apartó, porque ella sabía bien lo que estaba haciendo, bueno, para empesar, eso no era nada justo. ¿Qué tenía él que venir a tocar donde estaban sus alas? Estaba que hechaba chispas por los ojos, se lo devoraba con la mirada y a su piruleta también.

- Me aburro -se sentó en el suelo, donde estaba, para luego suspirar largo. Le odió en silencio, mirandolo de reojo, bueno, no le odió, pero si le irritaba, no entendía, pero le irritaba. Además ¿Por qué estaba sonriendo? ¿Qué era tan divertido? Ella jamás entendería a los hombres.

Tenía la mirada fija en la suya, como todo este rato, y me había dado cuenta de cómo se sentía en ese momento. Al final iba a ser cierto eso de que los ojos son el espejo del alma... Se me ocurrieron unas cuantas cosas para empeorar la situación y, así, hacerla más divertida... al menos para mí.
La piruleta ya se había acabado, por lo que saqué el palo de mi boca y lo miré durante unos segundos. Sin borrar la sonrisa de mi cara, miré a la chica de nuevo y extendí el brazo hacia ella.
- ¿Quieres un poco? - Dije con fingida inocencia y manteniendo esa sonrisa que, más que amistosa, era irritante. Sin dejar de mirarla y sonriendo cada vez más, me puse en pie y me acerqué a ella unos cuantos pasos - Así que eres una sirena... quién lo diría - Comenté pensativo mientras daba vueltas a su alrededor, a pesar de que yo ya sabía que ella era un ángel oscuro. Ella no tenía por qué saber que yo lo sabía.
Cuando pasé por delante de ella, me detuve justo enfrente y me acerqué hasta que nuestras frentes estuvieron pegadas. Perforando sus ojos con la mirada y sonriendo de lado, ladeé un poco mi cabeza también. Ahora iba a llevar a cabo un pequeño experimento que quizás desembocaría en una pequeña pelea. Sin darle más vueltas, la besé, y después me di la vuelta y caminé hacia mi ropa.

No sabía lo que planeaba, no le gustaba lo que planeaba, no se fiaba de su mirada, de su actitud y con la apariencia uno ya podía imaginarse que no era una persona en la cual confiar. Los Ángeles Oscuros no eran personas de confianza, no eran criaturas con las que uno podía soltarse, o al menos ella lo pensaba así. Descruzó los brazos y en cuanto le vió, el palito del dulce sin nada y que le ofrecía, sintió que en cualquier momento le rodearía el cuello con las manos y lo apretaría hasta que Marc respirara su último aliento. Apretó los dientes con la boca cerrada, para no hacer notar su ya evidente enojo, hasta apartó la mirada, vuelviendolá al horizonte, quería y necesitaba relajarse.

Le escuchó, se tapó las manos con la boca y ahogó una risa ahí por ese comentario tan estúpido. ¡Una Sirena! ¡Una Sirena! Ese chico le haría morir de una rabieta, sin dudas. Inspiró aire, exhaló con lentitud, todo pasaría, debía calmarse y ya. Siguió en la misma posición, ya había apartado las manos de su boca, pero aún reinaba una sonrisa divertida que se contenía por no pasar a ser una carcajada. Se mordió el labio, esperando a ver qué haría, era como una caja llena de sorpresas. Contuvo el liento, borrando la sonrisa como si nuna hubiese existido en cuanto el morocho volvió a hacercarse, estaba peligrosamente próximo a la chica y ella podría hacer cualquier cosa.

No se lo esperó, no lo vió venir pero se lo tendría que haber imaginado sin dudas, se tendría que haber apartado a la menor posibilidad, lo tendría que haber evitado a toda costa. Se quedó en blanco, literalemnte estaba balnca, más de lo normal. De a poco fue procesando la cosa; la había besado. Èl a ella, en un estípido intento de que? ¡De qué! Comenzó a fruncir el ceño, cada vez mas, apretó mas los dientes, enfocó la mirda en Marc. Se venía el mundo abajo. Ni se molestaría en hablarle, caminó hasta él, se le plantó en frente y le propinó una bofetada en el rostro como para que se acordara de ella y no presizamente por el beso aquél. Se quedó así, esperando que le hubiese dolido mucho.

Cuando me dio la bofetada intenté aguantar la risa, porque ya me imaginaba que pasaría algo así. En vez de quejarme, enfadarme, intentar devolverle el golpe o reaccionar de una forma negativa, me limité a seguir sonriendo, sin apartar la mirada de la suya. Cada vez se notaba más que ella era un ángel oscuro, y cada vez se estaban poniendo más divertidas las cosas.
- Pegas como una chica - Dije sonriendo y le acaricié la mejilla - Qué amistosas podéis llegar a ser las sirenas... es algo envidiable - Le guiñé un ojo y me giré para sacar otra piruleta del bolsillo de mi pantalón. Justo delante de su cara, le quité el envoltorio a la piruleta y me la metí en la boca - ¿Verdad que las piruletas son geniales? - Cada vez sonreía más, estaba disfrutando con esto.
Ahora empezaba a notar una ligera molestia en la mejilla, justo donde ella me había pegado, pero no me dolía. Ya era prácticamente inmune a los golpes, y es que ya estaba acostumbrado a caerme de los sitios, tirarme al suelo, pelearme con la gente... y, además, quien ha luchado en una gran guerra es bastante resistente, ¿no?
Con la piruleta metida en la boca, estiré los brazos hacia arriba y empecé a moverlos de arriba abajo, hasta que los coloqué su alrededor, dándole un abrazo. Todavía no conocía su nombre, pero no me iba a resultar difícil enterarme de todo sobre ella. No iba a tener que preguntar, investigar, o algo así, porque para eso conocía a Doris. Para eso y para otras cosas... En cuanto Doris la viera iba a enterarse de todo y, si no conseguía suficiente información, se la inventaría. Dejé de abrazarla por un momento para sacarme la piruleta de la boca y volver a abrazarla rápidamente.
- Guapa - Dije sin más, justo antes de besarla de nuevo. Esta vez no me separé, quería esperar a que reaccionara. Mis experimentos de hoy estaban siendo bastante divertidos.

Sentía que debía volver a golpearlo porque no había sido suficientemente fuerte, sentía que debía estrellarle la cabeza contra el suelo, hacerle sangrar, quitarrle, arrancarle esa sonrisa del rostro. La estaba irritando, la ponía histérica. ¡Ahora le salía con que pegaba como una chica! Ella debía aceptar que se lo estaba haciendo a propósito, que debía ignorarlo, la ley de hielo. Pero no podía ,ha bía algo que no se lo permitía, es que el chico sobrepasaba las fronteras de la estupides y ella no estaba para idioteces, pero el caso es que biuen se podría haber ido. Pero estaba tan indignada que no descansaría hasta verle sufrir. Se lo proponía como meta.

- Y tu eres un estúpido -dijo ahora ella siendo la que sonreia, pero esperaba que él no se soprendiera demasiado, de seguro se lo habian dicho millones de veces y lo tenía bien en claro, pero no hay nada mejor como un recordatorio, verdad? Y se atrevía a tocar su mejilla con tanta libertad..,, apretó los dientes sumamente irritada. ¡Otra paleta! ¡Otra! Inspiro aire y volvió a soltarlo lentamente, cruzandosé de brazos por momentos para no arrebatarle el dulce de las manos y quedar como una maleducada, pero vamos, si él ya le había demostrado que no tenía el mejor de los modales. No se molestó en contestarle. Se revolvió inquieta cuando la abrazó, des cruzando los brazos y hechandosé un poco apra atrás a ver si la soltaba, pero no se podía deshacer del abrazo. Frunció un poco el ceño sin entender nada, apretó los labios a punto de soltarle un insuto ante su elogio y se quedó completamente en blanco de nuevo.

¡La besaba de nuevo! Estaba a tres segundos de separarse cuando notó algo, el sabor, el sabor a paleta! Eso era jugar sucio, se quedó quieta por unos momentos mientras su cabeza se debatía en una lucha implacable sobre el qué hacer, le siguió el beso unos momentos, únicamente impulsada por el dulzor, para aprovecharse. Luego, se apartó y se llevó una mano a la boca, como si con eso pudiese protejerse de un nuevo intento de beso de parte del chico. Se quedó así, con cara de enfurruñada, a unos pocos pasos de él.

Sabía que esta vez iba a seguirme el beso, no podía haber tardado más en darse cuenta de que esa era la única forma de probar las piruletas, pero sin tenerlas. Aunque lo que no sabía era qué estaba pasabando por su cabeza en ese momento, sin embargo, podía imaginármelo, así que decidí no volver a mirarla siquiera. Pude notar cómo intentaba relajarse, pero también me di cuenta de que le salía mal, porque se veía a leguas que estaba enfadada. Y algo me decía que yo tenía mucho que ver con ese enfado, lo cual se me hacía terriblemente divertido.

Me tumbé en el suelo, justo al lado de mi ropa, y pasé los brazos por detrás de mi cabeza. Aún tenía la piruleta en la boca y, de vez en cuando, la movía con la lengua. Me había hecho bastante gracia que me llamara estúpido, y ahora que lo había recordado había empezado a reírme solo. Tenía la mirada fija en el cielo, imaginándome a mí volando con un frasco gigante de sirope de chocolate abierto, esparciéndolo por todas partes, sobre todo encima de la chica. Seguramente estaría muy graciosa con el pelo todo embadurnado de chocolate y, por qué no, si estuviera en bikini, también bastante sexy.

Realmente la chica no me atraía, pero sí que despertaba un poco mi interés, y aún no entendía por qué. Yo no era de esas personas que se interesan por otras personas y mantienen relaciones de personas. Yo, más bien, era una de esas personas que se lo montan con otras personas y si te he visto no me acuerdo, a no ser que sea para montárnoslo de nuevo, claro. De todas formas, fuera lo que fuese lo que tenía esa chica, no era lo suficientemente fuerte como para atraerme, aunque ya había conseguido más que muchas personas. A pesar de todo, seguí mirando al cielo, ignorándola por completo.

Lo cierto es que ignorarla me resultó bastante fácil, aunque era algo normal, puesto que, al parecer, no resultaba ser una chica demasiado habladora. Mientras mantenía la mirada fija en el cielo y jugaba con la piruleta de vez en cuando, pensé en cómo se podría llamar la chica. Buscarle un nombre no fue tarea fácil, pero cuando se me ocurrió el que mejor iba con ella, se me ocurrió una gran idea. Moví rápidamente la cabeza, hasta pegar mi mejilla contra el suelo, para poder mirarla. Tenía los ojos muy abiertos, con una mezcla de entusiasmo y excitación en ellos, y mis labios, los cuales tenían una piruleta entre ellos, estaban curvados en una pequeña sonrisa pícara.

Sintó un alivio inmediato cuando estuvo segura que no se hacercaría mucho más, y es que era lo que le convenía, no habría tercer ni cuarto ni quinto beso, ni nada. Inspiró aire mientras, en ese momento donde él miraba el cielo vaya a saber Dios pensando qué cosa, para tranquilizarce y mentalizarce de que todo estaba bien, de que ella era una persona con sentido común y de que no lo asesinaría por que era terriblemente bondadosa. Siguió parada mientras ahora comenzaba a volver a notar el dulzor de la piruleta que había estado en la boca de él. Se talló la cara medio frustrada, era totalmente injusto que le hubiese hecho aquello, para que ella ahora tuviera que intentar degustar lo más que podía del caramelo que había estado en la boca de Marc y le había dado ese gusto tan apetitoso.

Se volvió a enojar, ella sola, con él, y con ella misma ¡Cómo había sido tan estúpida de seguirle el beso! Sinceramente, no tenía sentido común, se arrepentia, porque queriendo probar un poco de la paleta ahora quería mas. Estaba pensando seriamente en robarsela, lo miraba fijo, seria, para que sintiese cuanto la irritaba y que su pasiencia era muy poca y que en cualquier momento le gritaría. Lo juraba, le gritaría y le diría cuanto lo odiaba conociendolo hacía tan solo minutos. Se quedó así hasta que, él dio señales de estar con ciente y no haberse dormido. A Eline no le importaba que el chico estuviese semi desnudo, no era una pervertida pero tampoco es que estuviese tan mal, por ella no había problema en que se quedase así. No se dió cuenta hasta que sintio un sabor totalmente distinto al de la paleta que se estaba mordiendo el labio y fruncía el ceño. Relajó la expresión para notar esa mirada en el morocho, la intimidó un poco, la preocupó ¿Qué estaba pensando? Entrecerró los ojos, sontiendosé algo indefensa con esa mirada de él ¡Parecía un psicótico!

- ¿Qué? -cuestionó, hostil, volviendo a cruzarce de brazos para camuflar su incomodidad ante él. Estúpido maniatico.

Me di cuenta de lo incómoda que se sentía en ese momento, ¿es que esta chica siempre estaba de mal humor? De todas formas, yo le sonreí, y lesonreí como no le había sonreído todavía. Esta era una sonrisa de suficiencia, pero con cierto toque de maldad y picardía también. Oh, sí, esta era la sonrisa. Si veías esta sonrisa era porque no estaba tramando nada bueno. Era sorprendente la facilidad con la que mi cabeza hacía planes, la mayoría de ellos completamente descabellados y sin ningún fin más allá de divertirme lo máximo posible. Ahora mismo lo único que me impedía llevar a cabo mi gran idea era que no sabía si hacerlo arriba o abajo... era una difícil decisión, por lo que me decidí a preguntarle a ella. También tenía derecho a opinar...
- ¿Arriba o abajo? - Pregunté, levantándome de un salto.

Sin darle la oportunidad de contestar, volví a besarla, justo antes de cogerla en brazos y empezar a correr hacia el borde del acabtilado para saltar por éste. La sujeté bien para que no se me escapara y, mientras caíamos, la besé de nuevo. Cuando nos encontrábamos en un punto medio entre las rocas y el lugar del que había saltado, hice que mis imponentes alas emergieran de mi espalda y sobrevolé el mar, hasta que decidí acercarme más a éste. Cuando estábamos a escasos centímetros del agua, nos mantuve en la misma posición y me aclaré la garganta.
- Estamos aquí reunidos para bautizar a esta sirenita. A partir de ahora se llamará... Ruth - Introduje su cabeza en el agua durante un buen rato, pero no dejé que se ahogara, tampoco quería matarla.

¡Tenía que dejar de sonreirle así! Estaba planeando alego demasiado malo como para que ella pudiese decifrarlo, además, estaba dudando en si alejarse aún más de donde estaba. Si, seguramente hubiese sido una de las mejores ideas. Huir, salir corriendo, volar, tirarse del acantilado, lo que sea. Se quedó pasmada ante la pregunta ¿Arriba o abajo? ¿Qué clase de pregunta era esa? ¡Insólita! Se lo quedó mirando con los ojos bastante abiertos, sin entender nada de nada. De acuerdo, estaba oficial y completamente perdida ¿Acaso había ocurrido algo que ella ignoraba dentro de ese lapsus de minutos e que estuvieron callados? Claro, el plan que Marc había maquinado.

¡La había vuelto a besar! Apartó de inmediato el rostro y le hubiese golpeado de no ser porque la había tomado en brazos. Se revolvió impaciente porque la soltara, pero al notar sus intenciones, apretó mucho los dientes, deseó que fuese humano y que se muriera. Lo deseo en serio. No le importaba, aún quería apartarse de él de como fuese, pero la había agarrado fuerte mientras caían, como para que ella misma no volase con sus propios medios. ¡Por qué, por qué la besaba! Volvió a apartar el rostro, apretando los ojos y los labios para que no lo hiciera otra vez. Estaba colérica, no le importaba caer y lastimarse, ella no quería que siguiese tocandola ni besandola ni nada. Era notable el vértigo que había sentido en el caer hacia el vacío que había durado unos largos, eternos segundos hasta que él desplegó sus relucientes y envidiosas alas negras.

Estaba sobrevolando el mar, cualquiera, incluso ella lo consideraría romántico si no estuviese con él y fuese otra persona la que la estuviese llevando en brazos. Seguía enfurruñada, dejando caer los brazos a los costados como una muñeca de trapo sin vida, mirando el cielo con unas tremendas ganas de golpearlo y seguramente también lo hubiese hecho de no ser que el cielo se hizo repentinamente oscuro, húmedo y congelado. Lo único que ella esperaba era que no la soltara en el agua porque no sabía nadar, y si, sonaba estúpido, pero le era algo que la tenía bastante mal. Cerró los ojos con la cabeza bajo del agua, sin dudas había conocido al chico mas irritante, odioso y estúpido del planeta, que ahora seguramente insistiría en que su nombnre era "Ruth" porque así la había bautizado él. ¡Hurra!

Cuando mi ritual hubo terminado, miré a Ruth sonriendo, triunfante, pues había conseguido tres cosas con un sólo acto: averiguar su nombre, o ponérselo yo mismo, eran cosas semejantes; fastidiarla un poco más y averiguar, o, más bien, sospechar que no sabía nadar o que no le gustaba el agua, puesto que se habría librado de él zambulléndose en ésta; y, por supuesto, realizar un acto bondadoso mojándole la cara para que se despejara un poco, a ver si así conseguía que, al menos, empezara a hablar o algo. Le di un beso en la mejilla justo antes de alzar el vuelo de nuevo hacia lo alto del acantilado. Como había demasiada distancia entre el borde del acantilado y el mar, y la velocidad de subida era menor que la de bajada porque podía controlarla a mi antojo, aproveché para darle unos cuantos besos más y susurrarle cosas bonitas como amable, hidrofóbica o capibara carnívora hippopotomonstrosesquipedaliofóbica. Aunque no demasiada gente sabía que la hippopotomonstrosesquipedaliofobia es el miedo a las palabras largas, algo bastante irónico, yo se lo dije igual.

Cuando llegamos a lo alto del acantilado, la deposité con cuidado sobre el suelo, sentada, para después dejarme caer sobre ella, con mi cara peligrosamente cerca de la suya y esa sonrisa de autosuficiencia que había utilizado antes. Como supuse que ella ya se esperaría, la besé una vez más, y me mantuve encima de ella todo el rato, mirándola a los ojos y sonriendo cada vez más ampliamente. En ese momento recordé la piruleta que me estaba comiendo antes... ¿qué había pasado con ella? Fruncí un poco el ceño al recordarlo, aunque no desvié la mirada ni perdí la sonrisa, claro.
- Ruth, eres de lo más divertido que hay aquí ahora mismo. Aunque seas hidrofóbica, claro, pero no pasa nada, yo te perdono. Te prometo que te perdono, de verdad, te lo prometo.

Respiró con alivio cuando ya no estuvo mas medio sumergida bajo el mar, tenía el corazón medio acelerado, todo por culpa del estúpido aquél. ¡A dónde había ido a parar gracias a su crusiosidad! Se maldecía a ella y a Marc, ambos. A ella por ser tan estúpida y acercarse a él en primer logar y al morocho, por ser él mismo. Rodó los ojos, lo golpearí, lo haría otra vez, lo tenía pensado y esta vez nada de lo que hiciese la detendría. Trató de evitar cada uno de los siguientes besos apretando los labios y girando el rostro ¿Cómo podía ser alguien tan insistente? ¿Acaso le había tomado manía? Ella seguía sin comprender lo divertido de la situación además, aquellas consas que le decían eran cumpletamente absurdas, ¿Acaso le había dicho fóbica a las palabras largas? De acuerdo, eso superaba sus límites. ¡Ademas había descubierto que era hidrofóbica! Estaba perdida, sin dudas lo estaba. Suspiró mientras miraba hacia bajo, sin saber que hacer, lo que si, esperaba que la venganza fuese dulce, dulce como una piruleta.

Ya cuando la sentó en el acantilado le golpeó de nuevo el rotro, medio tembrando por el frío que le había dado el tener la cabeza y el cabello mojado, asi como un poco de la ropa por el agua que escurría de su cabello por los hombros y espalda.

- ¡Eres un estúpido, Marc, no etiendo que mierda tienes en la cabeza, pero estoy segura que no es un cerebro! -le fulminó con la mirada por el nuevo beso, no importandolé realmente que él estuviese ensima de ella ya que tenía ams acceso a golpearle y quien diria, si empujarlo al acantilado otra vez.- Y no soy Ruth, soy Eline -frunció el ceño, vaya, había que aplaudirle al chico, le había hecho hablar bastante. Y además, había que admitirlo, pero aquello último que dijo le causo cierta gracia, pero ella no lo demostró.

Cuando volvió a pegarme me reí y le sujeté los brazos para que no pudiera seguir haciéndolo y, de paso, aproveché para besarla otra vez. Ya me estaba acostumbrando a besar a Ruth, así que a partir de ahora sería prácticamente lo único que tenía pensado hacer.
- Sigues pegando como una chica, Ruth - Volví a reírme y la miré ladeando la cabeza - Y tendrás que mejorar tu técnica para besar, no está muy lograda. Pero bueno, para algo estoy yo aquí, ¿no? - Sí, exacto, yo estaba aquí por alguna razón que todavía desconocía, pero sospechaba que, hoy, mi misión era sacar de quicio a Ruth-Eline y besarla unas cuantas veces. Fue justo ahora cuando me di cuenta de que había hablado demasiado, cosa a la que aún no estaba acostumbrado - Vaya, así que Ruth, la sirena hidrofóbica puede construír oraciones con sentido formadas por más de tres palabras seguidas. Estoy impresionado, debo felicitarte por ello. Me parece que incluso te mereces un premio. Sí, te mereces un gran premio - Sonreí con malicia y, a modo de premio especial, volví a besarla - Así de paso mejorarás tu técnica - Añadí como comentario del premio, con una sonrisa muy amplia.

Ahora que estaba justo encima de ella, con mi cuerpo pegado al suyo, y la tenía bien sujeta tanto por los brazos como por las piernas, podría sobrepasar los límites de la diversión o no. Había decidido no pasarme, de momento, pues no me hacía mucha ilusión que intentaran asesinarme mi primer día en Maryocu Machi. Aunque, quizás dentro de un tiempo, acabaría metido en su cama, estuviera ella de acuerdo o no. Tal vez acabaría metido en su cama con otra chica que no fuera ella. Sí, eso sería realmente divertido. Pagaría por ver la cara que se le iba a quedar cuando me viera fornicando con otra fémina en su propio lecho, para después dejarlo lleno de... leche. Vale, aunque los juegos de palabras no se me dan demasiado bien, sí que sé sacar a la gente de quicio, y algo me decía que dentro de poco iba a recibir otro golpe por parte de Ruth... Eline.

Trató de zafarse las manos, bueno, al menos su objetivo de golpearlo había sido cumplido éxito pero el caso era que le sacaba demasaido de quisio, no entendía por qué la besaba tanto y no quiería que lo hiciera tampoco. ¡Condenado Marc, con sus condenadas alas y sus condenadas piruletas! Giró el rostro antes de que pudiese besarla otra vez, no, no se lo iba a poner facil, pero es que no podía hacer mucho más teniendolo ensima. Resopló cuando tocó el tema de los besos ¡Pero si ella nisiquiera quería besarlo! Él era el idiota lanzado que hacía lo que se le antojara sin derecho algún, es más, ni que fuesen amigos, no eran ni conocidos, no eran nada. Con todo y eso, ahora le había herido el orgullo, soportaba que a besara, que la tratara de sirena hidrofóbica, beiuno, no, en realidad no soportaba nada de eso, pero ya le había herido mucho el orgullo.

- Eres terriblemente irritante -espetó mirandoló fijo, sin responder al beso siguiente de "premio" por su lograda oración. Ahora ella era la que estaba pensando meintras él se quedaba a gusto, disfrutando vaya a saber qué cosa estúpida. Si, ahora ella era la que maquinaba, mirando por sobre el hombro de Marc hacia el horizonte que tanto le inspiraba a hacer algúna que otra cosa. Tal vez podía sorprenderlo con algo, pero no quería caer en su juego absurdo donde él de una u otra manera saldría ganando. Lo que pasa es que era tramposo, muy tramposo y ella simplemente no trataba con esa clase de personas, ella era mas del juego limpio aún siedo Angel Oscuro, aunque podría adaptarse. O eso era lo que ella esperaba.

Cuando Ruth-Eline giró la cabeza, sonreí con malicia, pues no se iba a librar de mis besos tan fácilmente. Ella no se estaba dando cuenta de que lo único que conseguía era ponerme las cosas más fáciles e incitarme a continuar con mis fechorías. Acerqué mi cara a su mejilla y acaricié ésta con mi nariz, en dirección a la oreja, posando mis labios sobre ella.
- Sí, pero te gusto - Susurré contra su oreja antes de empezar a besar ésta muy lentamente.
Fui bajando por su cuello a medida que la besaba, esperando algún grito o golpe por su parte, aunque lo cierto era que el cuello solía ser el punto débil de mucha gente... y quizás el suyo también. Esto no era más que una distracción, ya que en mi cabeza estaba formándose un nuevo plan. En realidad, ya se me habían ocurrido tres planes en el tiempo que estuve sobre ella sin hacer nada, pero ninguno me acababa de convencer.
Cuando llegué a su pecho, besé éste y levanté una mano hasta que la puse sobre él. ¿Bajar o no bajar? Esa era la cuestión. Me iba a pegar igual, pero igual descubría papeles o calcetines en el sujetador, un push-up con mucho relleno o cualquier cosa no deseada. Aunque yo sabía que Ruth-Eline acabaría cayendo, tal vez era demasiado pronto para pasar al contacto físico avanzado.

Es que este chico no la iba a dejar tranquila y por muchas ganas que tuviese de empujarlo y salir corriendo, cabía la posibilidad de que él la persiguiera y no quería eso, aunque volara. Suspiró, hoy la imaginación no estaba de su parte, el mundo estaba jugando en contra, no, esperen ¿El mundo jugaba con ella? Si, lo estaba haciendo, siempre lo había hecho. Frunció el ceño y se revolvió inquieta cuando sintio el roce de sus labios contra su oído. Un escalofrío le recorrió la espalda al escucharlo. ¡¿Que?! Este se ha fumado algo. ¿Cómo puede ser que piense de ese modo, si a penas nos concemos? No, ni siquiera nos conocemos. No somos nada, no somos ni desconocidos. Se estaba desesperando por el contacto físico que mantenía el morocho con ella. Estaba tensa, quieta, casi estupefacta cuando en realidad tendría que darle un puñetazo en medio de la cara. Además, no le había contestado nada, pero es que no se le ocurría nada lo demasiado inteligente como para que él luego no lo deforme y entienda cualquier cosa. Y por un momento no hizo nada... pero luego, cuando su mano llegó a un lugar el cual no debería tocar, volvió en si, hecha una furia.

Se zafó las manos y le dio un puñetazo en la cara, tal y como lo había pensado. No se sintió satisfecha, la cólera hacía que le temblaran las manos, lo empujó y se puso de pie, abrazándose a si misma por el frío que le daba el tener el cabello y un poco de la ropa mojada. Apretó los dientes y lo miró hostil, esperando una carcajada de su parte.

- ¿Te han dicho alguna vez que no respetas el espacio personal? ¿O a las personas? -dijo de mala manera, gruñendo. De acuerdo, el chico la estaba llevando a sus límites, no era recomendable que siguiera con su jueguito.

Un puñetazo en la cara... eso fue todo lo que recibí. Si es que estaba claro que a esta chica le gustaba hacerse la difícil. Cuando me empujó, rodé un poco por el suelo haciendo ruiditos de niño pequeño hasta que, finalmente, me puse de pie. La miré fijamente, mi mirada era muy penetrante, de esas que hacen que te recorra un escalofrío por la columna, y sonreí con malicia.
- Me tienen dicho muchas cosas, pero eres demasiado joven e inexperta para que te las diga - Dije sin más y corrí hacia ella con los brazos abiertos. Cuando colisionamos, cerré los brazos a su alrededor y la apretujé contra mí con fuerza.
Saqué las alas y comencé a volar, elevándonos a ambos en dirección al mar. Cuando bajamos, pasé de sujetarla por la cintura para sujetarla por las manos en un movimiento acrobático que, si esto se tratara de un concurso, sin duda habría recibido la máxima puntuación.
La bajé hasta que estuvo completamente sumergida en el mar, y la subí antes de que pudiera ahogarse o pasar demasiado miedo, aunque se merecía estar ahí un buen rato. Cuando la subí de nuevo, repetí mi gran movimiento para abrazarla otra vez y así estrujar su cuerpo mojado contra el mío.
- Oh, sí, me gustas más cuando estás mojada - Esta frase tenía un claro doble sentido. La besé nuevamente, parándome un poco más que antes, y alcé el vuelo otra vez.